Su cabello aún tenía el aroma de la leña quemada en la
chimenea. La noche anterior, delante del
fuego, habíamos hecho el amor. Se vistió y con las manos alisó las arrugas de
su falda. Los últimos reflejos de la lumbre se fijaron en su rubia cabellera.
Se acercó a mí para poner sus labios en mi mejilla. Los retuvo un momento y a
continuación se marchó.
Me levante de la cama y miré por la ventana. Aún pude verla
entre la multitud que llenaba la calle. Más adelante, un coche abriéndose paso
se puso a su altura. La puerta delantera se abrió y ella se sentó al lado del
conductor. Unos minutos antes de marcharse, había llamado por teléfono a su
marido para que viniera a recogerla al domicilio de una amiga.
Marqué el teléfono de mi casa.
Andrés Tello
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